«Ésta es la primera vez que se exhibe una película que está en cartel. Para las chicas eso es increíble, ya que es como una ilusión de libertad; como estar un rato sintiéndose libres, compartiendo lo mismo que el resto de la sociedad», dijo Oreiro entre demandas de autógrafos y fotos.
La ansiedad asoma a flor de piel en las casi 100 reclusas del Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres de Ezeiza. Seleccionadas por su buena conducta, aplauden, taconean con ritmo, cantan y se prueban coronas de flores sobre el pelo, como si se tratara de un cotillón simbólico, especial, en el preludio de una gran fiesta-homenaje.
El salón de la prisión de máxima seguridad se convierte en una celebración de la cultura y en un tributo a un ícono de la música popular y también a una actriz, a través de la proyección del film (casi documental) Gilda. No me arrepiento de este amor.
Minutos antes de que el lugar quede en penumbras, Natalia Oreiro y la directora de la película, Lorena Muñoz, irrumpen en la sala cultural del penal y saludan con un beso a cada una de las presas, que purgan condena o esperan sentencia firme por delitos como narcotráfico, trata de personas, estafa y venta de armas, entre otros.
La actriz es empática y acorta el abismo que separa a una estrella de las mujeres privadas de libertad. Para ella, muchos de esos rostros agradecidos le eran familiares, al punto de llamar a varias por su nombre. El año pasado presentó en el mismo penal el film Infancia clandestina, que protagonizó con la dirección de Benjamín Ávila, y fue entonces cuando les prometió volver con Gilda, actualmente en cartel.
Fuente: La Nación