La deportista trelewense Liliana Méndez, que en 2008 a los 22 años perdió ambas piernas tras un grave accidente automovilístico, siendo madre de dos niñas, hoy compite en canotaje a nivel internacional y sueña con llegar a un juego Paralímpico.

Es habitual decir que el deporte para discapacitados es total y poderosamente inspirador. Y cada deportista discapacitado que se para en una línea de partida en cualquier disciplina, tiene para contar una historia que los llevó hasta allí, una historia de lucha, de perseverancia y superación.

Y una histórica única es la de Liliana Méndez. A los 22 años perdió ambas piernas en un accidente de tránsito, hoy tiene 31, trabaja nueve horas diarias para mantener a sus tres hijas y entrena la disciplina de canotaje.

    Todo comenzó una fatídica noche de abril del año 2008, cuando regresaba de un cumpleaños desde Playa Unión junto a su ex marido y en la zona de la doble trocha de Rawson el auto se salió del asfalto, chocó contra una palma de luz, partiéndose al medio: “El auto se partió en tres, yo iba sin cinturón, salí despedida y mis piernas quedaron atrapadas. Caí en el otro carril y cuando desperté fue el impacto más grande al ver que ya no tenía mis piernas”, comenzó relatando Liliana.

“Finalmente sufrí una amputación sobre rodilla y otra bajo rodilla. Fue terrible porque tenía 22 años, dos hijas y no sabía que iba a hacer. Pensaba que era una pesadilla y finalmente despertaría. Obviamente no era así, pero sabía que debía reponerme por mis hijas. Era eso o morir en la cama”, reveló con crudeza.

Remarla en soledad

Liliana contó que tras el accidente “estuve internada 16 días, con dolores que pensé que me moría, luego fueron 2 años de rehabilitación en Rawson. Recuerdo que a los seis meses volví a pararme con los pilones y luego ya me calcé las prótesis porque era eso, o vivir en silla de ruedas, cosa que no me iba a permitir”.

Tras el sufrimiento físico y mental, llegó el sufrimiento del corazón: “pensé que la persona que estaba conmigo, lo estaría por siempre y más en una situación así. Nunca te imaginás que en ese momento te pueda soltar la mano, pero pasó. De repente me encontré sola con mis hijas, sin nada, pero a la vez pensaba que lo más importante era que estaba viva y eso me dio fuerzas para seguir. Luego pude conseguir un trabajo gracias a la gente de Camioneros y pude de a poquito comenzar a salir adelante, aunque creo que si no hubiera tenido a mis hijas, no se si estaría como estoy hoy”.